Popeye: El último Sicario de Escobar

Jhon Jairo Velásquez Vásquez También conocido como Popeye llegó a ser el jefe de sicarios del Cartel de Medellin y mano derecha del "Patron" Pablo Escobar,el nacotraficante más poderoso de Colombia, Popeye llegó a asesinar a cerca de 250 personas y participó en el homicidio de más de 3.000; armó y activó cerca de 250 bombas.Entre sus crímenes más notorios está el haber hecho estallar vuelo 203 de Avianca en pleno vuelo,(para matar al entonces candidato César Gaviria), con un saldo de 107 muertos, y secuestro a políticos Actualmente esta pagando una condena de 20 años en la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, Boyacá bajo acusaciones de terrorismo, narcotráfico, concierto para delinquir con fines terroristas y homicidio.

Popeye nació en 1962 en Yarumal, Antioquia, y es el cuarto hijo de un matrimonio acomodado; fue un muchacho que después de haber integrado las filas de la Armada y de la Escuela de Suboficiales de la Policía, decidió formar parte de una de las bandas sicariales más temidas de Colombia. "Un día un ingeniero amigo me dijo que lo acompañara a una finca donde debía realizar un trabajo. Fuimos a la hacienda Nápoles y vi armas, mujeres bellas y animales exóticos y pensé: "esto es lo mío". Vi a ese señor (Pablo Escobar) y sinceramente vi a Dios. Desde ese momento hice todo lo que estuvo a mi alcance por estar cerca de él. Luego me convertí en conductor de su organización y después integré la banda de sicarios que trabajaba para el Cartel".
La historia cuenta que al lado de sicarios como "Otto", "El Arete", "Pinina", "La Kika" y "Tyson" entre otros, se convirtió en una leyenda del crimen. Su fama precedía cada uno de sus pasos.

“Nosotros compramos la constituyente a plata y plomo para que tumbaran la extradición. No a todos, no puedo decir que todos los políticos fueran corruptos pero sí a una gran mayoría de ellos”, mencionó Velázquez, y a renglón seguido aseguró que si la extradición no se caía en el Congreso de la República, uno de sus entrevistadores, el periodista Francisco Santos, que entonces se encontraba secuestrado, habría muerto. “Usted tenía 98% de posibilidades de ser hombre muerto”, dijo Velásquez, quien aprovechó su encuentro con el comunicador de RCN Radio para pedirle perdón.
El otrora jefe de sicarios del Cartel de Medellín, agregó que “a don Guillermo Cano –exdirector de El Espectador, asesinado el 17 de diciembre de 1986- lo mata alias ‘el negro Pavón’ con un muchacho de Medellín, por orden de Jorge Luis Ochoa Vásquez, Gonzalo Rodríguez Gacha y Pablo Escobar, quienes estaban en una finca en Bolombolo (Antioquia) celebrando la caída de la extradición”.
Asimismo, ‘Popeye’ señaló al expresidente Alfonso López Michelsen como protector del Cartel de Medellín y dijo que el contacto entre él y Escobar era el político Alberto Santofimio Botero -recientemente condenado por su participación en el magnicidio de Luis Carlos Galán-, a quien su ‘patrón’ veía como la carta del narcotráfico para la presidencia.
El criminal recordó, asimismo, que el Cartel de Medellín tenía un fondo al que cada narcotraficante aportaba 200 mil o 500 mil dólares mensuales, según su capacidad, y que con ese dinero se sobornó a la Audiencia Nacional Española con 30 millones de dólares –“que en estos momentos serán como 300”, mencionó Velásquez- para que no extraditaran a los narcotraficantes Jorge Luis Ochoa Vásquez y Gilberto Rodríguez Orejuela a Estados Unidos sino a Colombia.
En relación al hombre fuerte panameño Manuel Noriega,‘Popeye’ mencionó que era “el perro miserable de Centro América. Es peor porquería que Pablo Escobar, que cualquier asesino de nosotros”. Iguales calificativos tuvo para el presidente nicaragüense Daniel Ortega al que se refirió como “un corrupto narcotraficante” que usó dineros sucios para alimentar su revolución.
Asimismo, reveló, estrechos vínculos que Escobar tenía con el gobierno cubano. "El patrón tenía contacto directo con Fidel Castro. Yo una vez llevé una carta muy gruesa a México, para entregársela Gabriel García Márquez; se la entregué yo mismo, no iba destapada. Yo no la leí, pero era para Fidel”, insistió ‘Popeye’.
 - El Patrón  me pidió que me la "bajara".

La vuelta más berraca que le mandó hacer Pablo Escobar fue matar a su mujer. "Yo la quería con toda mi alma", suspira Popeye. Wendy Chavarriaga Gil era su mujer oficial, una modelo espectacular, del otro mundo. Una mujer a la que las piernas le salían de la nuca. Sabía hablar, sabía sentarse, sabía comer. Tenía "glamour". Llevaban varios meses juntos y al sicario más sanguinario del Cartel de Medellín no le importaba que ella hubiera sido una de las tantas amantes de Pablo Escobar ni que hubiera estado a punto de ser madre de un vástago de su jefe. "Ella -recuerda- quedó embarazada de él por la plata, pero el Patrón no quiso saber nada de eso y le mandó a dos pelaos y a un médico para que le sacaran al muchachito". Wendy se fue de los predios de Escobar, y para vengarse se convirtió en informante del Bloque de Búsqueda que en ese momento perseguía a la organización del capo. Popeye sólo sabía la mitad de la historia y estaba enamorado, "la amaba profundamente", dice, tal vez por eso no fue capaz de matarla:
-Yo le puse una cita y le mandé cinco sicarios para que acabaran con ella -confiesa.
John Jairo Vásquez Velásquez es, por seguridad, el único habitante del Pabellón de Recepciones, el lugar de llegada de los presos de máxima seguridad, de la cárcel de Cómbita, Boyacá, donde se encuentra detenido desde hace siete años. Sólo habla con los guardias que lo cuidan y con las trabajadoras sociales. La cárcel tiene ocho pabellones y entre sus moradores hay 120 extraditables y 2.500 presos considerados de alta peligrosidad, entre ellos guerrilleros y paramilitares. Las paredes de Cómbita son de cemento crudo, el cielo de los patios está cubierto con rejas y la temperatura adentro, en ocasiones, se mide en grados bajo cero.
El pabellón donde vive el único sicario vivo de Pablo Escobar, es un espacio de 30 metros cuadrados con 20 celdas de 2 x 2 m, donde generalmente pasan sus días y noches algunos narcotraficantes a la espera de que el gobierno Colombiano autorice su extradición. Pero hoy "Recepción" está vacío, no por falta de narcotraficantes de gran calado, sino porque las autoridades penitenciarias prefieren que "Popeye" esté solo para evitar un atentado en su contra. El Estado lo protege porque es testigo de hechos que marcaron la historia trágica de Colombia. Lo protege, además, porque desde hace años el ex sicario está colaborando con la justicia en el esclarecimiento de algunos de esos hechos como son los procesos judiciales de la muerte de Luis Carlos Galán (1989), la del periodista Guillermo Cano (1986), la voladura del avión de Avianca (1989) y el asesinato del agente de la DEA Barry Seal (1986), entre otros.
Las películas de acción lo aburren porque como dice, con orgullo de matón, él hizo más de lo que generalmente hacen los actores en la pantalla.
Para Popeye hay sutilezas y códigos de ética:
-Jamás asesinamos a alguien que estuviera con un niño -afirma-Respetábamos a las mujeres de nuestros compañeros y ante todo teníamos lealtad. El narcotraficante y el asesino son muy buenos padres de familia. Como viven rodeados de tanto odio, cuando llegan a la casa tienen mucho respeto por la mujer y por los niños. Mire a Pablo, adoraba a Manuela, su muñequita, hizo construir el zoológico para ella, la llevaba a todas las caletas, una vez quería un unicornio y consiguió una yegua y le mandó pegar un cacho en la frente. Y doña María Victoria Henao, doña Tata, su esposa, era una santa, no sabía nada de crímenes, era tan buen ser humano que cuando supo que había matado a  Wendy me dejó de hablar como por quince días y cuando me veía me decía: "Ayyy... Pope".
Popeye lleva casi un año de celibato porque ninguna mujer se acerca por ese lugar y porque no le  gustan las prostitutas. Hace un año que nadie -aparte de periodistas e investigadores- lo visita.
Los oficiales de la Policía que tuvieron que ver con la persecución de los miembros del cartel de Medellín lo califican como un hombre que a sangre y fuego se ganó su espacio en esa banda. El coronel Carlos Barragán, subdirector del Inpec y que en los años ochenta era el secretario personal del director de la Policía, general Miguel Antonio Gómez Padilla, asegura que Popeye era un hombre "disciplinado, peligroso y entregado a la causa del narcotráfico". Era uno de los sicarios más escurridizos de Escobar y a las autoridades siempre les quedó grande dar con su paradero. Nunca fue capturado. Se entregó por primera vez con Pablo Escobar para ser recluido en la cárcel de La Catedral, una suerte de mansión, diseñada por el mismo capo. Más tarde se fugó con él y con sus principales lugartenientes, para finalmente entregarse de nuevo en la cárcel de Envigado, junto con Otoniel González, alias "Otto", y el hermano de Pablo Escobar, Roberto Escobar, alias "el Osito".
Popeye participó en los secuestros del entonces alcalde de Bogotá, Andrés Pastrana Arango, por el que le pagaron 500.000 dólares, y del jefe de redacción de El Tiempo y hoy vicepresidente de la República, Francisco Santos. Y estuvo involucrado en los asesinatos del procurador Carlos Mauro Hoyos (cobró 200.000 dólares), de Luis Carlos Galán (la organización le giró 100.000 dólares), del coronel de la Policía Valdemar Franklin Quintero (ganó 50.000 dólares), del periodista Jorge Enrique Pulido en 1989 y de decenas de políticos y servidores judiciales a los que Escobar, su jefe, veía como enemigos por dictar un decreto, luchar contra la extradición o simplemente, en el caso de los periodistas, por referirse a los extraditables, como denominaban al grupo de Escobar.
Popeye dice que nunca suelta una lágrima. Sonríe con frecuencia y las cicatrices de las operaciones a las que se sometió para cambiar su apariencia no se ven. Se adelgazó los labios y los pómulos y se arregló la mandíbula porque por culpa de su mentón, por "cumbambón", se ganó el apodo de Popeye. No mide más de un metro con setenta, pero su presencia es contundente. Su mirada da miedo. Tiene buena memoria y "canta" con un fuerte acento paisa cada historia de terror. Los 18 años que lleva en la cárcel se reflejan en el color blancuzco de su piel, casi verde. El encierro, el frío y la conciencia no han afectado su salud. Dice que mantiene su presión arterial de "sicario fino": 100-60, y define ese término como un asesino que no mata porque le chocan el carro. No usa drogas ni se levanta envalentonado con ganas de matar a alguien. El sicario serio hace su trabajo. Él lo hizo.
-Pero hoy soy otro -repite-. Ya no soy violento y hasta he moderado mi manera de hablar.  Se convirtió en delator para romper el cordón umbilical con la mafia. Está convencido de que  su apego a Dios y a la oración le ayudan a llevar el día a día. Afirma que hay una recompensa de un millón de dólares por su cabeza, pero que hay una larga lista de políticos y empresarios que lo protegen en la sombra. Cuando se le indaga por su vida en la cárcel habla de ella como si fuera su mejor amiga. Ha estado durante 18 años en las más duras penitenciarías del país, condenado por terrorismo, narcotráfico, concierto para delinquir con fines terroristas y homicidio.
Con esos argumentos ha logrado mantenerse con vida durante todos estos años en las cárceles de Bellavista, Itagüí y La Catedral en Antioquia, La Modelo y La Picota en Bogotá, la de Máxima Seguridad en Valledupar y otra en San Diego, California, donde estuvo tres meses en 1987 después de que lo capturaron a la entrada a ese país por un caso menor. "Estuve con una identidad cambiada. En los papeles me llamaba Alexánder Álvarez Molina (la "chapa" costó US$50.000). Los norteamericanos son tan brutos que, cuando me capturaron, me llevaron al comando de la Policía y mientras me registraban y yo daba mis datos falsos, había un cartel con los nombres y fotos de la gente del cartel de Medellín y no me reconocieron". En esa ocasión pagó la fianza y se quedó tres meses en Estados Unidos con el fin de comprar unos cohetes tierra-aire para derribar aviones comerciales.
 "Cada cosa mala que me pasa me fortalece. Tal vez por eso es porque he podido salir con vida de siete atentados que me han hecho en las cárceles, porque he aprendido a ir más adelante que mis agresores".
-¿Cuál es su mayor secreto?
Una caleta con armas de Pablo Escobar que han buscado mucho y no han encontrado.
Sólo queda una pregunta:- ¿Cómo puede dormir tranquilo un hombre que ha matado a tanta gente?
Su respuesta llega con una sonrisa:
-Porque tengo el alma muerta.

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