Norton I: El Emperador de Estados Unidos
Joshua A. Norton Nacido en Gran Bretaña el 4 de Febrero de 1819, llego a la ciudad de San Francisco en 1849, donde se hizo de una pequeña fortuna ya q era muy inteligente para los negocios, desafortunadamente lo perdió todo (incluyendo la razón) en un mal negocio de cereales; este desafortunado incidente ocasiono q Norton se obsesionara con la idea q era Norton I Emperador de los Estados Unidos. Sin dinero era perfectamente inofensivo, razon por la cual la ciudad de San Francisco adoptó a este hombrecillo arrogante, q llegaba a proclamar edictos en nombre de su imperio.
El hombre se proclamó emperador el 17 de setiembre 1859, y la gente le siguió el juego. Una semana más tarde, un segundo decreto hacía saber que a causa de la corrupción en las altas esferas el Presidente era destituido y disuelto el Congreso. A partir de aquel momento gobernaría él personalmente.
A lo largo de los años, Norton I lanzó varias proclamas, las cuales iban de lo ridículo -establecer una multa de veinticinco dólares a quienquiera que tras haber sido advertido se refiriese a la ciudad con el nombre de Frisco- a lo visionario -ordenar la construcción de un puente colgante que uniese Oakland y San Francisco sin interrumpir la navegación en la bahía, justo en el lugar ocupado hoy día por el Golden Gate- pasando por varios divertidos o curiosos -disolver a los partidos Republicano y Demócrata o autonombrarse Protector de México-.
“Dada la incapacidad de los mexicanos de regir sus propios asuntos, yo, Norton I, asumo el papel de Protector de México”
Si bien sus decretos y proclamas rara vez eran tomados en serio y Norton siguió llevando una vida simple, y aunque no tenía poder político y su influencia se extendía solamente tan lejos como le fue complacido por aquellos alrededor de él, durante el resto de su vida comió siempre en los mejores restaurantes a cuenta de la casa, e incluso tenía un asiento reservado en los teatros de la ciudad (De hecho, se dice que ninguna obra o concierto se atrevía a abrir sin antes haber predispuesto asientos para Norton y sus dos perros). Cuando Norton I entraba en la ópera, todos los demás asistentes se ponían en pie y guardaban silencio hasta que se sentara. Por supuesto, al ser emperador, tomó medidas para hacer del suyo un país mejor, tales como abolir una compañía ferroviaria por haber tenido la desfachatez de no invitarle a comer gratis en uno de sus vagones... Por suerte la compañía rectificó, proporcionándole un pase vitalicio y disculpándose públicamente.
Implantó un sistema de impuestos: 25 a 50 centavos semanales los tenderos y tres dólares semanales los bancos. San Francisco se rió... pero la mayoría pagó.
Como fue un gobernante justo y honrado, no se enriqueció gracias a su posición. De hecho, en 1867, el oficial Armand Barbier de la policía, arrestó a Norton por vagabundo. La gente se indignó. Mucho. Y no se tranquilizó hasta que el director de la policía le liberó y una delegación de concejales le visitó y le pidió disculpas varias veces. Era magnánimo, y olvidó el incidente.
No se sabe si Norton I se tomaba en serio a sí mismo, puesto que su influencia no pasaba de las risas que solía levantar a su alrededor, pero la función duró bastante. Su personaje imperial tenía espacio asegurado en la prensa, muchos curiosos visitaban su Corte, que no era más que un viejo edificio de apartamentos de alquiler. Vestido con sus ropajes imperiales, paseaba por San Francisco acompañado de sus dos perros, siendo saludado,mediante reverencias,por quienes con él se cruzaban. Pero lo que comenzó como una protesta esperpéntica fue dando paso a un personaje típico de la ciudad. Como si se tratara de una atracción de feria, llegaban gentes desde muy lejos a conocer al gran Emperador, los restaurantes le ofrecían comidas gratuitas, sobre todo porque su presencia animaba el ambiente.y los propietarios de los restaurantes mandaban poner placas de bronce q decian q la entrada era : " Por invitacion de su Majestad Imperial, el Emperador Norton I" Las críticas de Norton I fueron efectivas muchas veces, su ácido estilo a la hora de redactar sus artículos-leyes podían hacer daño a la credibilidad de personas o empresas, porque solía fijar el blanco de sus ataquen en problemas que acuciaban a los habitantes de San Francisco, quienes lo adoptaron como si fuera parte del paisaje urbano. Fueron muchos los incidentes que protagonizó, como el instituir un impuesto a los tenderos de San Francisco para mantener la Corte. Apenas se trataba de unos centavos y, muchos de ellos, pagaron gustosos, con tal de que el “circo” se mantuviera. En medio de las calles pronunciaba discursos, gritaba indignado contra de las penurias de los trabajadores, mientras sus medallas brillaban al sol. En cierta ocasión, habiéndose dañado su imperial atuendo y ante sus insistentes quejas, las autoridades municipales le obsequiaron con nuevas ropas.
Norton I se carteó con grandes personajes de su época, acudió a recepciones y fiestas y hasta logró acuñar ficticio papel moneda con su efigie, unos billetes que hoy se han convertido en carísimos objetos de coleccionismo. En medio de la Guerra Civil ordenó el alto al fuego y la reconciliación de las partes, claro que, como no podía ser de otro modo, ni Lincoln ni Jefferson Davis le hicieron caso alguno, por lo q ordeno un "Alto al fuego" hasta q tomara su "Imperial decision".
El emperador de los Estados Unidos (y protector de México) reinó duante 21 años. Siempre vivió en San Francisco, donde se convirtió en una atracción turística más.
El 8 de enero de 1880, Norton I, Emperador de los Estados Unidos y Protector de México, murió de un ataque de apoplejía mientras se dirigía a una plática en la Academia de Ciencias Naturales. En 1980 San Francisco conmemoró el centenario luctuoso de su monarca con ceremonias a medio día. A su entierro asistieron más de treinta mil (30.000) personas, el cortejo se extendía por más de tres kilómetros. Al día siguiente de su funeral, el 11 de enero de 1880, hubo un eclipse total de sol. Su necrológica decía así:
«El Emperador Norton no mató a nadie, no robó a nadie, no se apoderó de la patria de nadie. De la mayoría de sus colegas no se puede decir lo mismo.»
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