Cortisol: El Héroe, el Villano y el Chismoso de tu Cuerpo

Dr Hugo A Fiallos

Bienvenidos, bienvenidas, y bien jodidos a otra edición de ‘Educando a la Pobrería’, el blog donde explico las cosas de salud con menos filtro que un ex borracho a las 3 a.m.
Ah, el cortisol… esa molécula mágica que todo el mundo menciona pero que pocos entienden. En redes sociales lo pintan como el diablo químico que te engorda, te arruga, te enferma y hasta te roba el novio. Pero, sorpresa: no es ni tan santo ni tan demonio. Más bien es como ese vecino metiche que siempre está ahí, a veces ayudando y otras metiendo la pata.
El cortisol es una hormona producida por tus glándulas suprarrenales, esas dos cositas que tienes encima de los riñones y que trabajan sin pedir vacaciones. Su trabajo oficial es ayudarte a sobrevivir: regula la presión arterial, controla cómo tu cuerpo usa las grasas, proteínas y carbohidratos, y te prepara para pelear o salir corriendo cuando la vida se pone intensa… o sea, lo normal cuando vivis en Honduras.
Cuando estás en peligro —real o imaginario— tu cerebro le dice a las suprarrenales: “¡Suelten el cortisol, que aquí viene la desgracia!”. Si es un ladrón apuntándote, bien. Si es tu suegra llegando sin avisar, también. El cuerpo no distingue entre una bala y un comentario pasivo-agresivo, y ahí está el cortisol, listo para que corras o te defiendas.
El problema no es el cortisol en sí, sino el exceso. Si lo tienes alto todo el tiempo porque vives estresado, tu cuerpo se queda en “modo supervivencia” permanente. ¿Resultado? Subes de peso, sobre todo en la panza; duermes mal; se te cae el pelo; y tu sistema inmunológico se pone tan flojo que cualquier virus mediocre puede tumbarte. Y no hablemos de la memoria… con mucho cortisol, olvidarás hasta dónde dejaste las llaves… o el carro.
Y ojo, no todo es estrés laboral o dramas familiares. También hay enfermedades que hacen que tu cuerpo produzca más cortisol de la cuenta, como el síndrome de Cushing, o problemas donde no produces suficiente, como la enfermedad de Addison. Así que no todo se arregla “haciendo yoga y tomando té verde”, aunque el influencer de turno lo diga.
Ahora, ¿qué puedes hacer para que tu cortisol no se vuelva tu peor enemigo? Aquí no hay recetas mágicas, pero sí hábitos que ayudan. Dormir lo suficiente (y no, tres horas no cuentan), moverte un poco cada día, comer como un ser humano y no como un basurero, y aprender a decir “no” de vez en cuando. Porque sí, tu salud vale más que quedar bien con todo el mundo.
Y, por favor, deja de creerle a los gurús que venden suplementos “milagro” para bajar el cortisol. La mayoría no sirve nada más que para vaciarte la billetera. Si de verdad tienes síntomas raros, ve al médico, hazte exámenes y no te automediques. Tu cuerpo no es un laboratorio para tus experimentos de TikTok.
En resumen: el cortisol no es tu enemigo. Es una herramienta que la evolución nos dio para sobrevivir, pero que la vida moderna —con su tráfico, su política y sus notificaciones infinitas— se encarga de mantener encendida todo el día. La clave no es “eliminarlo” (porque te mueres), sino aprender a vivir con él, como cuando te acostumbras a un vecino escandaloso: aceptas que está ahí, pero pones límites para que no te vuelva loco.
Así que la próxima vez que escuches a alguien decir “¡tengo el cortisol por las nubes!”, no pienses en demonios internos ni en maldiciones genéticas. Piensa que quizá lo que necesita es dormir, reírse un rato, y dejar de discutir con desconocidos en Facebook.
Porque, al final, la mejor medicina contra el cortisol… es recordar que la vida ya es bastante jodida como para vivir en modo guerra todo el tiempo.
Si te gustó mi columna de hoy, compártela con ese amigo que vive estresado y con cara de perro permanente o con la compañera de trabajo que dice que no sabe porque esta gorda, mientras se atraviesa tres tamales de un solo( ojo, que eso tambien puede ser ansiedad)
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La próxima semana venimos con más conocimiento callejero y menos estrés… o al menos lo intentaremos. ¡Hasta luego, mi querida pobrería!

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