CORRUPCION RETRO:¿POR QUÉ SIEMPRE SALE COMO DEFENSA?

¿Por qué los políticos siempre desvían el debate con historias de corrupción pasada?

¡Bienvenidos a un nuevo episodio de Educando a la Pobrería.
 Hoy tenemos un tema que estoy seguro les va a resonar, porque todos lo hemos visto alguna vez: estás viendo un  programa de debate u opinión político en la tele, la tensión está al máximo, alguien lanza una acusación jugosa, y en lugar de responder con hechos o argumentos… ¡boom! El político saca una historia de corrupción de hace 20 años que no tiene nada que ver. ¿Por qué hacen esto? ¿Es una estrategia? ¿Una maña? ¿O simplemente no tienen nada mejor que decir? 
Hoy vamos a desglosar este fenómeno, explorar sus causas, sus consecuencias y, sobre todo, qué podemos hacer como audiencia para exigir debates de verdad. ¡Así que agarren su café, su coquita o lo que tengan a la mano, porque este episodio va a estar cargado!

El fenómeno en acción

Para empezar, dejemos una cosa clara: esto no es algo que pase por accidente. Todos hemos visto debates donde un político es acusado de algo –digamos, un mal manejo de fondos públicos– y en lugar de defenderse con datos o explicaciones, responde con algo como: “Bueno, ¿y qué tal cuando el partido X robó millones en los años 90?”. Y tú, desde tu sofá, piensas: “Espera, ¿qué tiene que ver eso con lo que te preguntaron?”. Este desvío es tan común que ya parece parte del manual no escrito de los debates políticos.
Voy a pintarles una escena. Imaginen un debate en vivo, cámaras por todos lados, moderadores serios, y la audiencia esperando respuestas. Un candidato dice: “Señor candidato, ¿cómo explica el aumento de la deuda pública bajo su gestión?”. Y el otro, con una sonrisa confiada, responde: “Mire, si vamos a hablar de deudas, hablemos de cuando el partido contrario dejó al país en bancarrota en el 2001”. Y listo, el debate se desvía. La audiencia empieza a murmurar, los moderadores intentan retomar el control, pero ya estamos hablando de algo completamente diferente.

¿Por qué pasa esto? No es que los políticos sean malos improvisando –aunque a veces lo parecen–. Es una táctica deliberada. Y en este episodio vamos a desmenuzar las razones detrás de esta jugada, cómo afecta la calidad de los debates, y qué podemos hacer para cambiarlo. Pero antes, dejemos una cosa clara: este no es un problema exclusivo de un país o una ideología. Pasa en México, en España, en Argentina, en Estados Unidos… ¡es universal! Así que, sin importar desde dónde nos escuchen, esto les va a sonar familiar.

Las razones detrás del desvío

Vamos al grano: ¿por qué los políticos hacen esto? ¿Por qué, en lugar de responder a una acusación, sacan a relucir escándalos del pasado? Aquí van las razones principales, y agárrense, porque hay más estrategia de la que parece.

Primera razón: Desviar la atención. Cuando un político está en el ojo del huracán, lo último que quiere es que las cámaras y la audiencia se queden enfocadas en su error. Es como cuando te pillan comiendo el último pedazo de pastel en casa y dices: “¡Pero mi hermano se comió dos ayer!”. No estás negando el crimen, solo estás cambiando el tema. En un debate, mencionar un caso viejo de corrupción es una forma de decir: “No mires mi problema, mira el de ellos”. Y muchas veces funciona, porque la audiencia se distrae y los moderadores no siempre logran volver al tema original.

Segunda razón: La táctica del “todos son iguales”. Esta es una de mis favoritas, porque es puro cinismo. Al sacar un caso de corrupción del pasado, el político está diciendo: “Oye, nadie está limpio aquí. Todos hemos metido la pata”. Esto no solo diluye su responsabilidad, sino que también juega con nuestra percepción como ciudadanos. Si nos convencen de que todos los políticos son corruptos, bajamos la guardia. Pensamos: “Bueno, si todos son así, ¿para qué exigir más?”. Y eso, amigos, es exactamente lo que quieren: que nos resignemos.

Tercera razón: Ataque como defensa. En un debate, es más fácil atacar que defenderse. Si te acusan de algo y no tienes una buena respuesta, ¿qué haces? Sacas un escándalo jugoso del archivo y pones a tu oponente a sudar. Esto no solo te da tiempo para respirar, sino que cambia la narrativa. De repente, el que estaba siendo cuestionado pasa a ser el acusador. Y en un escenario donde el tiempo es limitado y la audiencia quiere drama, un buen contraataque puede robarse el show.

Cuarta razón: El poder de las emociones. Las historias de corrupción del pasado no se eligen al azar. Son casos que ya conocemos, que nos indignan, que nos hacen apretar los puños. Los políticos saben que apelar a nuestras emociones es más efectivo que aburrirnos con estadísticas. Si te hacen enojar recordándote aquel escándalo que te sacó de quicio hace años, ya te tienen de su lado, aunque no hayan respondido la pregunta original. Es puro teatro, pero funciona.

Quinta razón: Falta de preparación o respuestas sólidas. Seamos honestos: a veces, los políticos simplemente no tienen una buena defensa. Si los pillan con las manos en la masa, o si la acusación es demasiado complicada de explicar en 30 segundos, recurren al desvío porque es lo más fácil. Es como el estudiante que, en un examen oral, no sabe la respuesta y empieza a hablar de otra cosa para ganar tiempo.

Y una última razón, que no podemos ignorar: los debates son un espectáculo. En la era de las redes sociales, un momento viral vale más que un argumento sólido. Si un político lanza una acusación jugosa sobre un escándalo pasado, es probable que termine en un clip de 15 segundos que se comparte miles de veces en X. Y ellos lo saben. Saben que un buen zinger, un ataque ingenioso, tiene más impacto que una explicación técnica que nadie va a citar.

Así que, en resumen, este desvío no es un error. Es una estrategia calculada que combina psicología, manipulación mediática y, a veces, pura desesperación. Pero, ¿cuáles son las consecuencias de esto? Eso lo vamos a explorar a continuación.

Las consecuencias para el debate y la democracia

Ahora que sabemos por qué los políticos desvían el debate, hablemos de lo que esto provoca. Porque, seamos sinceros, esta táctica no es inofensiva. Tiene un impacto directo en la calidad de los debates y, más importante aún, en nuestra democracia. Aquí van las consecuencias principales:

Primera consecuencia: Se pierde la narrativa. Un debate debería ser una oportunidad para discutir ideas, propuestas, soluciones. Pero cuando los políticos empiezan a sacar casos de corrupción del pasado, el tema original se diluye. Imaginen un debate sobre cómo mejorar la educación, y de repente estamos discutiendo un escándalo de los 80. ¿Dónde quedó la educación? En el olvido. Esto frustra a la audiencia y hace que los debates sean menos útiles para tomar decisiones informadas.

Segunda consecuencia: Confusión. Cuando el debate se convierte en un intercambio de acusaciones, la audiencia termina desorientada. ¿De qué estábamos hablando? ¿Quién tiene razón? ¿Qué propuesta se discutió? Al final, nos quedamos con más preguntas que respuestas, y eso no es casualidad. La confusión beneficia a quienes no quieren rendir cuentas.

Tercera consecuencia: Polarización. Al traer casos del pasado, los políticos refuerzan las divisiones entre “nosotros” y “ellos”. Si eres de un partido, te van a recordar por qué odias al otro bando. Y si eres del otro bando, te van a dar razones para defender a tu candidato, aunque no haya respondido nada. Esto no es un debate, es un partido de fútbol donde todos gritan por su equipo sin importar los argumentos.

Cuarta consecuencia: Desgaste ciudadano. Cuando los debates se convierten en un circo de acusaciones, la gente se cansa. Empiezas a pensar: “Todos son corruptos, nada va a cambiar”. Y ese cinismo es peligroso, porque nos aleja de la participación cívica. Si no creemos en los debates, si no creemos en los políticos, ¿para qué votar? ¿Para qué involucrarnos? Y eso, amigos, es justo lo que algunos políticos quieren: una audiencia desmotivada que no exija cambios.

Quinta consecuencia: Pérdida de confianza en los medios. Los debates suelen ser organizados por canales de televisión o plataformas que, en teoría, deberían garantizar un espacio para el diálogo. Pero cuando permiten que los políticos desvíen el tema sin control, los medios también pierden credibilidad. La audiencia empieza a ver los debates como un show más, no como una herramienta para informarse.

Y aquí viene la parte que más me preocupa: este ciclo de desvíos y acusaciones no solo arruina los debates, sino que debilita nuestra democracia. Porque una democracia sana necesita ciudadanos informados, y los debates son una de las pocas oportunidades que tenemos para escuchar a los candidatos cara a cara. Si esas oportunidades se desperdician en peleas estériles, todos perdemos.

Ejemplos reales y análisis

Vamos a ponerle cara a este fenómeno con algunos ejemplos. No voy a dar nombres específicos de políticos ni partidos, porque quiero que esto aplique sin importar dónde estén escuchando, pero todos tenemos un caso en mente, ¿verdad? Déjenme contarles un par de ejemplos genéricos que ilustran perfectamente este problema.

Ejemplo 1: El debate sobre infraestructura. En un país, digamos que estaban discutiendo la construcción de un puente que se cayó por mala planeación. El moderador pregunta al responsable: “¿Por qué se autorizó este proyecto sin estudios adecuados?”. Y el político responde: “Mire, si vamos a hablar de puentes, hablemos de cuando el partido X construyó una carretera que costó el doble y nunca se terminó”. ¿Resultado? El debate se va a la carretera de hace 15 años, y nadie habla del puente que se cayó. La audiencia se queda sin respuestas, pero con mucha indignación.

Ejemplo 2: El escándalo financiero. En otro debate, una candidata es acusada de malversar fondos en un programa social. En lugar de explicar los números o defender su gestión, dice: “Eso es nada comparado con el escándalo de los años 90, cuando el partido Y desvió millones”. Y de repente, todos están discutiendo un caso que ya fue juzgado, mientras el programa social queda en el aire. ¿Les suena?

Estos ejemplos no son ficción. Los vemos en elecciones presidenciales, en debates locales, en cualquier país. Y si están pensando en un caso específico de su país, ¡cuéntenmelo en los comentarios.
 Quiero saber qué casos los han frustrado más.
Ahora, hagamos un ejercicio. Imaginen que son moderadores de un debate. ¿Qué harían para evitar que los políticos desvíen el tema? Piénsenlo un segundo, porque más adelante vamos a hablar de soluciones, y quiero que estén listos para compartir sus ideas.

Soluciones y qué podemos hacer

Llegamos al punto donde no solo nos quejamos, sino que buscamos soluciones. Porque, aunque este problema es frustrante, no es imposible de cambiar. Como ciudadanos, como audiencia, tenemos más poder del que creemos. Aquí van algunas ideas para mejorar los debates y evitar que se conviertan en un circo de acusaciones:

Solución 1: Moderadores más estrictos. Los moderadores de debates tienen que ser como árbitros en un partido de fútbol: firmes y con autoridad. Si un político desvía el tema, el moderador debe interrumpir y decir: “Gracias, pero no respondió la pregunta. Por favor, hable del tema”. Esto requiere preparación y valentía, porque no todos los moderadores quieren enfrentarse a un político poderoso en vivo. Pero es crucial.

Solución 2: Formatos de debate más estructurados. Imaginen un debate donde cada candidato tiene 2 minutos para responder una pregunta, sin interrupciones, y el moderador verifica si la respuesta fue relevante. O formatos donde se prohíbe mencionar eventos de más de 5 años, a menos que sean directamente relevantes. Suena utópico, pero algunos países ya experimentan con reglas más estrictas, y funciona.

Solución 3: Presión ciudadana. Nosotros, la audiencia, tenemos que exigir más. Si un político evade una pregunta, hagamos ruido en redes sociales. Usemos hashtags como #RespondeLaPregunta o compartamos clips señalando el desvío. Los políticos leen lo que se dice en X, créanme. Si ven que la audiencia no se traga sus tácticas, tendrán que cambiar.

Solución 4: Educación mediática. Como ciudadanos, tenemos que aprender a detectar estas estrategias. Si sabemos que mencionar un escándalo viejo es una táctica para distraernos, no caigamos en la trampa. Enfocémonos en las propuestas, en los datos, en lo que realmente importa.

Solución 5: Apoyar medios independientes. Los grandes canales de televisión a veces priorizan el rating sobre la calidad del debate. Busquemos plataformas, como podcasts o canales de YouTube, que promuevan discusiones más serias. Y si nos gusta lo que hacen, apoyémoslos con suscripciones o compartiendo su contenido.

Y aquí va una idea radical: ¿qué tal si los ciudadanos organizamos nuestros propios debates? Con las redes sociales, podemos invitar a candidatos a responder preguntas directamente de la audiencia, sin filtros. Hay plataformas que ya lo hacen, y los resultados son interesantes, porque los políticos no tienen tanto control sobre la narrativa.

Llegamos al final de este episodio, y espero que estén tan encendidos como yo con este tema. Los políticos desvían los debates con historias de corrupción pasada porque saben que funciona. Saben que nos distrae, nos enoja, nos polariza. Pero también saben que dependen de nosotros, de nuestra atención, de nuestros votos. Así que no dejemos que se salgan con la suya.
La próxima vez que vean un debate y alguien saque un escándalo de hace 20 años, hagan una pausa. Pregúntense: “¿Esto responde la pregunta? ¿Esto me ayuda a entender el problema?”. Y si la respuesta es no, no se queden callados. Comenten en X, hablen con sus amigos, exijan más. Porque los debates no son solo un show, son una herramienta para construir una democracia mejor.

Y con esto nos despedimos por hoy. Gracias por acompañarnos en este episodio.
Si les gustó, no olviden suscribirse, dejar un comentario, y compartir este episodio con alguien que también esté harto de los debates vacíos. Soy Hugo Alejandro Fiallos y nos leemos en el próximo episodio. ¡Hasta pronto!"

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