VOTAR EN PLANCHA: la receta perfecta para llenar el Congreso de parásitos
En Honduras tenemos una costumbre electoral que parece inventada por un político con resaca y demasiada imaginación: el voto en plancha. Esa bonita opción donde usted, en lugar de escoger con la cabeza, marca una sola casilla y automáticamente regala su confianza a una lista completa de candidatos que no conoce, no le importan y probablemente ni siquiera deberían estar ahí. Es como comprar una caja misteriosa en el mercado: puede que adentro haya un premio… o puede que lo que encuentre sea un montón de cucarachas con traje.
El voto en plancha es el equivalente político de decir: “No quiero pensar, que decidan otros por mí”. Y claro, así nos va. Porque cuando usted marca en plancha, no elige a personas; elige a partidos. Y los partidos en Honduras, con honrosas excepciones, funcionan como empresas familiares dedicadas a reciclar ladrones, improvisados y uno que otro payaso con dinero para financiar su campaña.
La democracia se convierte entonces en una tómbola manipulada, donde la probabilidad de que salga alguien decente es la misma que la de encontrar un billete de cien lempiras en el suelo: posible, pero improbable. Mientras tanto, los narcos, los corruptos y los vividores profesionales se frotan las manos. Porque saben que la ignorancia colectiva es su mejor aliada.
¿Quiere pruebas? Mire el Congreso. Está lleno de personajes que no podrían dirigir ni una pulpería sin quebrarla, pero ahí están aprobando leyes, decidiendo presupuestos y repartiéndose favores. Muchos entraron porque usted, o alguien como usted, votó en plancha. Porque es más fácil marcar un cuadrito que leer un par de nombres y verificar quiénes son.
Claro, el discurso oficial es que el voto en plancha “fortalece a los partidos” y “garantiza gobernabilidad”. Traducción: asegura que la misma pandilla de siempre mantenga el control sin que la gente tenga que pensar demasiado. Un negocio redondo. Para ellos, no para usted.
Por eso, este es un consejo sano: no vote en plancha. Tiene 90 días para conocer a los candidatos. Sí, ya sé, es más divertido ver TikTok o discutir en Facebook sobre fútbol que revisar quiénes pretenden representarlo en el Congreso. Pero piense que, gracias a su flojera, puede terminar pagando impuestos para que un diputado fantasma se compre otra camioneta blindada.
No se trata de ser un experto en política, ni de memorizar hojas de vida. Basta con preguntar, leer un poco, identificar nombres, caras y trayectorias. Hoy, con internet y redes sociales, la información está ahí. El problema no es que no haya datos, es que nos da pereza usarlos.
Si de verdad queremos un país distinto, tenemos que empezar por lo básico: no regalarle un cheque en blanco a los partidos políticos. El voto en plancha es eso: un cheque en blanco firmado por usted y cobrado por gente que jamás invitaría ni a su casa a tomar café.
Así que repita conmigo: No voto en plancha. Dígaselo a su familia, a sus amigos, a sus grupos de WhatsApp. Hágalo viral. Porque la política hondureña ya tiene suficientes parásitos sin que usted les prepare la alfombra roja para entrar.
Al final, votar en plancha es como pedir una pizza sin revisar los ingredientes: puede que le guste el pepperoni, pero cuidado, porque también le van a meter piña, anchoas y hasta cucarachas con queso extra. Y eso, querido lector, es lo que hemos estado tragando en cada elección.
Ya es hora de decir basta.

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