La Negación: El arte de decir No pasa nada

¡Bienvenidos, bienvenidas  a un nuevo episodio de Educando a la Pobreria! Esta su columna donde desmenuzamos la vida, la sociedad y todo lo que nos hace humanos, con un poquito de humor y mucha verdad.  Hoy vamos a hablar de un tema que todos hemos vivido, aunque no siempre lo admitamos: la negación. Sí, ese mecanismo que nos hace decir “no, eso no me pasa a mí” o “nah, todo está bien” mientras el mundo se cae a pedazos. Así que agarra tu café, tu vaso de agua, tu chelita o lo que tengas a la mano, y vámonos de lleno al tema.
Antes de meternos en el asunto aclaremos qué es la negación.
La negación es cuando nuestra mente decide ignorar o rechazar una realidad que nos incomoda. Es como si tu cerebro dijera: “¿Ese problema? No lo veo, no existe”. 
Y no, no estoy hablando de cuando te haces el loco porque no quieres lavar los trastes, sacar la basura o bañar al perro. Esto va más profundo.
 La negación es un mecanismo de defensa psicológico, algo que usamos para protegernos del estrés, la ansiedad o el dolor emocional. Por ejemplo, ¿alguna vez has seguido en una relación tóxica diciendo “es que solo está estresado, ya va a cambiar”? O tal vez has ignorado ese dolorcito en el cuerpo pensando “seguro es cansancio”. Eso, mi querida pobrería, es la negación en acción. El psicólogo Sigmund Freud, que no era precisamente el más divertido en las fiestas, fue uno de los primeros en hablar de los mecanismos de defensa. Según él, la negación es como un escudo que levantamos cuando la realidad es demasiado pesada. Pero aquí está el detalle: ese escudo puede salvarte un ratito, pero si lo usas demasiado, te puede hacer más daño. Y no solo pasa a nivel personal. También vemos negación en la sociedad. ¿Cuántas veces no hemos escuchado a la gente decir: “El COVID no existe” Es la misma lógica: si no lo miro, no existe.
Ahora, ¿por qué somos tan buenos para negarlo todo? Bueno, la respuesta está en nuestra cabecita y en cómo funciona. Imagínate que tu cerebro es como un guardia de seguridad en un bar: solo deja pasar lo que no va a causar problemas. Si llega una verdad incómoda, tipo “sabes que estás en un trabajo de mierda defendiendo al “Comandante” en las redes, pero solo sos un arrastrado por hambre, y no te va a llevar a ningún lado”, el cerebro le dice: “No, vos no entras”. 
Hay varias razones por las que caemos en la negación:
-Miedo al cambio: A veces, aceptar una verdad significa que tenemos que hacer algo al respecto. Y el cambio da gueva, da miedo o las dos cosas. Por ejemplo, aceptar que tu pareja no te respeta podría significar terminar la relación, y eso es un trago amargo
-Proteger nuestra autoestima: Nadie quiere sentirse como un fracaso. Si niegas que tu negocio va mal, evitas enfrentar que tal vez tomaste decisiones equivocadas. Es más fácil decir “es la economía” que “metí la pata
-Evitar el dolor emocional: Este es grande. Cuando alguien muere, por ejemplo, es común que al principio digamos “no puede ser, no es verdad”. Es la negación ayudándonos a procesar el dolor poco a poco, porque enfrentarlo todo de golpe sería demasiado
-Presión social: A veces negamos cosas porque la sociedad nos empuja a hacerlo. ¿Cuántas veces hemos oído “los hombres no lloran” o “tienes que aguantar por tus hijos”? Esas ideas nos hacen negar nuestras emociones o problemas para “encajar”.
Y ojo, la negación no siempre es mala. A veces es como un paracetamol emocional: te da un respiro para que no te colapses. El problema es cuando se vuelve tu estilo de vida. Porque, lamento romper sus ilusiones pero los problemas no desaparecen solo porque los ignores.
Hablemos de cómo se ve la negación en el día a día, porque esto no es solo cosa de libros de psicología. La negación está en todas partes, y si te pones a analizar, te vas a dar cuenta de que todos caemos en ella alguna vez. Vamos con algunos ejemplos que seguro te van a sonar:
En las finanzas: ¿Quién no ha dicho “ay, despues reviso mi estado de cuenta” mientras sigue gastando como si fuera millonario? Negar que estás en números rojos no hace que el banco deje de cobrarte. 
Pregúntame cómo lo sé…
En la salud: Este es un clásico. Este me encanta porque la mayoría de mis cristianos de la UCI empezaron así: “Esta tos no es nada”, “seguro es estrés”, “Solo es un dolorcito de cabeza, ya se va a quitar”
Y de repente estás en el hospital porque no quisiste ir al doctor a tiempo. La negación aquí puede ser peligrosa, porque tu cuerpo no anda con papadas, cuando dice hasta aquí, es hasta aquí y punto
En las relaciones: Aquí todos tenemos historias. Desde el amigo que dice “mi pareja me cela porque me ama” hasta el que sigue con alguien que lo trata mal porque “es que nadie es perfecto”. La negación en el amor es como una novela mexicana: sabes que es mala, pero seguís viéndola.
En lo social: A nivel colectivo, la negación es un monstruo. Pensemos en Honduras, por ejemplo. Cuántas veces hemos dicho “así es la política, qué le vamos a hacer” o “la corrupción es normal”. O el clásico:”Vamos bien” 
Negar que podemos exigir cambios nos mantiene estancados.
Y ahora, un momento de reflexión, mi querida pobrería. Piensa en tu vida: ¿hay algo que estás negando? ¿Un problema en el trabajo, una relación que no funciona, un sueño que dejaste de lado? Tómate un segundo para pensarlo. Yo te espero.
Ok No te voy a hacer confesar en voz alta, pero espero que hayas encontrado algo. Porque el primer paso para salir de la negación es admitir que estás en ella. 
Llegamos a la parte práctica, porque no se trata solo de señalar el problema, sino de buscarle solución. Salir de la negación no es fácil, pero es posible. Aquí van algunos tips para que le hagas frente a esas verdades incómodas: 

1- Reconoce las señales: Si te encuentras diciendo cosas como “no es para tanto” o “ya se resolverá solo”, prende las alarmas. Esas son banderas rojas de que estás en modo negación.

2- Habla con alguien de confianza: A veces, contar lo que te pasa te ayuda a verlo desde otra perspectiva. Un amigo, un familiar o incluso un terapeuta pueden ser ese espejo que necesitas.

3- Da pequeños pasos: No tienes que enfrentar todo de una vez. Si estás negando un problema financiero, por ejemplo, empieza por revisar tu cuenta bancaria. Si es una relación, comienza por escribir cómo te sientes. Pequeños pasos, grandes cambios.

4- Acepta las emociones incómodas: La negación existe porque no queremos sentir miedo, tristeza o culpa. Pero esas emociones son normales. Déjalas pasar, no te van a destruir.

Y un último consejo: sé amable contigo mismo. Salir de la negación es un proceso, no un switch que prendes y apagas. Habrá días en que quieras volver a esconderte, y está bien. Lo importante es seguir intentándolo.
Y con esto, mi querida pobrería, llegamos al final de este episodio. La negación es como ese invitado incómodo que se queda demasiado tiempo en la fiesta: al principio parece inofensivo, pero luego te das cuenta de que está causando problemas. Aceptar la realidad no es fácil, pero es el primer paso para cambiar lo que no funciona, ya sea en tu vida personal o en el mundo.
Así que te dejo esta tarea: esta semana, identifica una cosa que estés negando y da un pequeño paso para enfrentarla. No tienes que resolver todo, solo empezar. Y si quieres compartir tu experiencia, mándame un mensaje en alguna de mis redes. Me encantaría saber cómo te va
Gracias por acompañarme en este viaje de Educando a la Pobreria. Si te gustó el episodio, no olvides compartirlo con ese amigo que siempre dice “todo está bien” aunque no lo esté.
Hasta la proxima semana. ¡Cuídense mucho y a seguir aprendiendo!

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Por qué los indios tienen plumas en la cabeza?

LOS MAPLES DE HUEVOS.

ARISTODEMO EL ESPARTANO